No debí habérlo hécho. Cuando se está en úna trinchéra, esperándo el atáque del enemígo, lo que ménos débes hacér es dejár de concentrárte y pensár que en únos días, cuando te tóque el permíso, además de estár con la família, te encontrarás con los amígos del Club de Ficción. Después de hablár de lo boníto que es la fantasía, a disfrutár de la céna, ésa sí muy reál.
No lo debí hacér. Al volvér a mirár por el telescópio de mi fusíl, vi a un enemígo que me tenía enfocádo con el súyo, púde ver que el gatíllo estába a púnto de disparár. En cuestión de instántes llegaría mi fin.
Mi pasión por la Ficción me ha dádo múcho, y álgo maravillóso que he recibído es que, en los moméntos críticos de mi vída como éste, téngo cási tódos los podéres del múndo.
«Vi úna cása con úna mujér y a su pequéña montándo un precióso pesébre, la mádre íba indicándo a su híja dónde ponér las diferéntes figúras, ¡cuánto amór y cuántas rísas!»
Volví a la realidád, mi enemígo había bajádo el rífle y me mostrába úna pequéña estrélla por encíma de su parapéto. Sí, prónto sería Navidád.
Ahóra, como soldádo tenía mi oportunidád, sin embárgo, dejé mi árma y con mis dédos formé un corazón.
Mi inménso podér volvió a aparecér.
«Ahóra véo en la cása, a un hómbre que póne sóbre úna montáña del Belén la estrellíta de la trinchéra miéntras abráza a su família quienes hácen con sus mános un corazón»
Felíz Navidád de Fantasía.
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FIN