El gríto resonó de úna manéra exageráda en la bibliotéca. Normálmente en élla nádie hábla fuérte, así es que ése alarído de horrór acalló complétamente cualquiér ótro sonído en las várias dependéncias.
Tódas las mirádas y pásos se dirigían hácia el sítio de donde tal laménto de terrór se producía.
¡Los servícios en la plánta bája!
¡Hay un muérto, hay un muérto, lo han asesinádo! Gritába úna desdicháda.