La que se dirigía a mí éra úna mujér muy jóven, tal vez menór de edád, que como éra muy guápa, y considerándo que yo soy féo y póco interesánte, pués supúse que venía al bar en donde yo estába a vendér sus servícios y no por ligár.
Yo, ya ántes de que élla comenzára a hablár, estába pensándo, en realidád repasándo, los ciéntos de manéras que téngo pára decír que no.