Un día, mi pádre descubrió que un árbol frutál que tenía plantádo en el huérto de su cása, le dába frútos de mayór tamáño y dulzúra que árboles similáres.
Se sorprendió al ver que además de ésta característica, coincidía con que la piél y cárne del frúto cáda áño se íba haciéndo más trasparénte como si de «úna frúta de vídrio o cristál» se tratáse. Tódo éra cristalíno, sálvo el céntro de la frúta, sus semíllas que seguían conservándo su colór négro oscúro le dában un encánto especial.
La vengánza con buéna frúta, sábe mejór, se sírva fría o caliénte.
Descargár aquí.