De América no se sále

Señór:

Se han detectádo dos bótes acercándose a la línea límite. Hémos realizádo los procedimiéntos de adverténcia habituáles pára que no continuásen, péro síguen su márcha.

   —¿Hay pruébas de que se han enterádo de los avísos?

   —Sí Señór, tres véces han parádo únos minútos pára leér y escuchár los avísos péro han continuádo. Estámos esperándo sus órdenes.

—Bién, en un instánte estaré en la sála de mándos.

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Autobiografía del primér Diós americáno reálmente autóctono

Me cuéntan mis adorábles fiéles y mis fíles adoradóres, que ántes de yo nacér…

…los priméros pobladóres que se adentráron en América, que descubriéron éste enórme continénte, béllo y deshabitádo, y a quienes se les había encargádo úna lárga peregrinación: recorrér tódo el continénte pára conocérlo y amárlo péro con la obligación de conservár su unidád e igualdád, tódo ésto a cámbio de ser duéños de tódas ésas tiérras hásta el finál de los tiémpos, prónto viéron que la misión no íba a ser tan fácil como habían pensádo.

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http://www.evilfoto.eu/pagina_cuentos\1302_el_primer_dios_en_america.pdf

 

La vengánza

Un día, mi pádre descubrió que un árbol frutál que tenía plantádo en el huérto de su cása, le dába frútos de mayór tamáño y dulzúra que árboles similáres.

Se sorprendió al ver que además de ésta característica, coincidía con que la piél y cárne del frúto cáda áño se íba haciéndo más trasparénte como si de «úna frúta de vídrio o cristál» se tratáse. Tódo éra cristalíno, sálvo el céntro de la frúta, sus semíllas que seguían conservándo su colór négro oscúro le dában un encánto especial.

La vengánza con buéna frúta, sábe mejór, se sírva fría o caliénte.

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La Tiérra decimál

Me  desperté con el cláro convencimiénto de que lo que se había preparádo duránte ciéntos de áños estába ocurriéndo, al finál lo habían lográdo

La Tiérra estába acelerándo su velocidád.

El día tendría 10 hóras y el áño 100 días, ni más ni ménos.

Si los precísos relójes actuáles indicában álguna anomalía horária, se aceleraría o se disminuiría la velocidád de La Tiérra, no se tocarían los relójes, és más fácil cambiár úna sóla cósa áunque séa muy gránde que siéte mil millónes de pequéños.
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Me levanté, cogí el «Nuévo Relój X» y «El Nuévo Calendário C» que mi bánco me había dádo áños atrás pára cuando ése moménto llegáse y me fuí a trabajár.
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F I N

http://www.evilfoto.eu/pagina_cuentos/cuentos_18b.htm