Nos invitó Álex (a únos buénos amígos y a mí), a úna comída muy especiál, llegué un póco tárde. Cuando entré en el restauránte la vi, estába al ládo de mi amígo, qué belléza, qué cláse.
Al instánte me enamoré de élla. Olvidé tódos mis princípios, hásta el de respetár úna lárga amistád, me olvidé de la elegáncia, cortesía y buénas manéras y diréctamente me senté frénte a élla. No me gústan los perfúmes, péro el súyo me embriagó.