Háce únas semánas, estába tomándo el desayúno en un bar cérca de cása, cuando un hómbre, un mendígo al que reconocí, ya que lo he vísto várias véces pidiéndo a la salída del métro, se acercó y me díjo que si le podía dar álgo pára el desayúno.
Le díje que si tomába lo mísmo que yo o similár (tostáda con acéite y un café con léche) que estába invitádo, me díjo que sí, lo pedí, y la empleáda no díjo náda péro por la manéra de mirárlo, parecía que éra costúmbre habituál del mendígo el hacér éso.
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Pues muchas gracias… le puse mucho cariño.
Emilio
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